DESCRIPCIÓN FÍSICA:

“Fue en ese mismo instante de aturdimiento, congoja y terror, cuando la misma personificación del mal se reveló ante él. Un hombre con el rostro oculto tras la máscara de un chacal negro salió de las dependencias del Banco. Arturo observó de arriba abajo su fornido cuerpo, de ciento ochenta centímetros de estatura. Llevaba puesto un traje color azabache digno de un novio multimillonario a punto de dar el ‘sí quiero’ en el altar. Un chaleco grisáceo con estampados discretos le aprisionaba el torso. Lucía una corbata de cachemir, en tonos rojizos y morados, y las mangas de su camisa amarfilada estaban abrochadas por unos gemelos de oro con forma de cruz ansada. Sus manos, cubiertas por unos guantes completamente pulcros, sin ninguna mancha que corrompiese su blanco virginal, sostenían un bastón coronado por la calavera de un chacal con las fauces abiertas.

La capa negra que caía sobre sus hombros se mecía al compás de sus firmes pisadas, que no eludían los charcos de sangre que regaban el suelo. Parecía no importarle mancharse sus mocasines horsebit en funchal negro con hebillas de oro. Se detuvo ante él y soltó una vaporosa carcajada mientras se acariciaba el broche de la capa: un alfiler áureo con forma de A cuyo perfil presentaba el aspecto de un Udyat, el ojo de Horus, el ojo que todo lo ve, símbolo solar del Antiguo Egipto en el que se encarnaban el orden y la estabilidad del cosmos”.

Prólogo El pecado original (La obra maestra: Obertura)