Shonda Rimes lo ha vuelto a hacer. Nos ha regalado un final espectacular para una serie espectacular que no se merecía otra cosa que estos cuarenta y tres minutos de oro en los que todas las preguntas que se han ido acumulando a lo largo de la serie han encontrado su respuesta.
Annalise y Frank se convierten en el epicentro de un episodio que, en primer lugar, se encarga de cerrar todas las tramas personales entre los personajes, con emocionantes escenas y diálogos que suenan a despedida. Frank, incapaz de lidiar con la revelación de que es hijo del incesto entre Sam Keating y su hermana, hace un ejercicio de redención con aquellos a los que ama, pero también, consigo mismo. Aunque esa redención acabe desatando la violencia al final del episodio.
Annalise, por su parte, cierra viejas heridas con Nate, el cual, finalmente, acepta que ella no es la culpable de la muerte de su padre y testifica a su favor en el juicio. Sin embargo, es el momento de que sus caminos se separen, y ambos se despiden como buenos amigos.
Por su parte, el arco argumental de Michaela, Connor y Laurel llega a su clímax con la toma de decisiones que marcarán el resto de su vida para siempre. Mientras que Michaela se acoge, sin pestañear, al acuerdo del FBI para salir indemne de la cárcel, Connor se deja arrastrar por su sentimiento de culpa y no acepta el trato.
Los personajes actúan de forma coherente con su personalidad y el pasado que arrastran: mientras que Michaela no está dispuesta a permitir que un error acabe con la vida que tanto esfuerzo le ha costado construir, después de tanto sufrimiento durante su infancia; Connor entiende que necesita pagar por sus pecados para seguir adelante, así que le pide el divorcio a Oliver para ahorrarle la pena de tener que esperarlo durante su tiempo en prisión. Laurel, al contrario que sus amigos, no acepta traicionar a Annalise pero tampoco ir a la cárcel, así que huye con su hijo, no sin antes orquestar con Tegan la muerte de su padre en la cárcel: sin hombre del saco que pueda atemorizarlos, Laurel y Christopher podrán ser por fin felices.
El juicio de Annalise da un vuelco de ciento ochenta grados cuando Frank aporta una prueba determinante: una grabación en la que se establece la relación entre la gobernadora Birkhead, Hanna Keating y Xavier Castillo.
Tras un discurso que pasará a la historia de la televisión, en el que Annalise desnuda su alma, admitiendo sus errores, pero negando haber asesinado a nadie en toda su vida, es declarada inocente de todos los cargos, posándose los ojos de la justicia sobre la gobernadora y el FBI, los auténticos culpables de la muerte de Hanna Keating, Emmett Crawford y Asher Millstone.
En plena celebración, Tegan le confiesa a Annalise lo que todos sospechábamos: está perdidamente enamorada de ella. Sin embargo, la abogada no puede corresponder a sus sentimientos. Al menos, de momento. Y, a pesar de ello, hacen prevalecer su gran amistad y firman un pacto tácito de respeto y amor mutuo para siempre.
La season finale llega a su culmen cuando Frank, decidido a hacer justicia, mata a la gobernadora de un disparo a la salida del juzgado. Sin embargo, se produce un tiroteo entre el ayudante de Annalise y los guardaespaldas de la gobernadora, con un fatal desenlace: Frank y Bonnie mueren en los brazos de Annalise, como una pareja herida de muerte desde su nacimiento, que jamás habría podido hallar la felicidad, salvo a través de la muerte.
Y es aquí, en este punto, cuando los guionistas nos golpean en la frente con un girazo de guion algo tramposo, pero igualmente efectivo: el último flashforward de ‘Cómo defender a un asesino’ nos traslada cincuenta años después, al funeral de Annalise Keating. La abogada ha fallecido por causas naturales, tras una vida plena que ha compartido con su gran amor, Eve, la cual da un discurso enternecedor, como despedida. En el funeral conoceremos el destino del resto de nuestros protagonistas ya envejecidos: Connor volvió con Oliver al salir de la cárcel, Michaela alcanzó el escalafón más alto de la carrera judicial a costa de quedarse completamente sola, y Laurel consiguió darle a su hijo Christofer una vida feliz, sin hombres del saco que pudieran separarlos. He aquí ‘la trampa’ del flashforward, pues durante toda la temporada pensábamos que Wes estaba vivo, pero en realidad, el actor Alfred Enoch estaba interpretando a la versión adulta del hijo de Laurel.
La última escena de la serie supone el fin de un ciclo. Christofer se estrena como profesor de Derecho en la Universidad de Middleton, siguiendo los pasos de Annalise e iniciando un nuevo ciclo lanzando a sus alumnos la siguiente pregunta: ¿Cómo defender a un asesino? How to get away with murder?
Un magnífico final para una magnífica serie que no olvidaré nunca. Con el corazón destrozado, pero sumamente contento con la última temporada y su episodio final, solamente puedo decir: ¡Larga vida a Annalise Keating!
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